Cellar Door

Sunday, May 06, 2007

Florencia, enero del 2007






Mi primera visita a la capital renacentista, cuna de Dante y sede central de la riqueza toscana, región que vio nacer a Leonardo da Vinci, entre otros, dio como resultado este par de fotillos. Faltan unas cuantas (las mejores las tengo en Roma, cómo no) así como un par de postales que acaban de resumir las maravillas culturales que se encuentran en este centro artístico de todos los tiempos.
En el siglo XIV, cuando ya empezaba a despuntar el Renacimiento en Europa (España aún tendría que esperar, como siempre) se empezaron a construir maravillas como Santa Maria del Fiore, más comúnmente conocida como el Duomo de Firenze, San Lorenzo, el Palazzo Pitti, Santa Maria Novella o el archiconocido Ponte Vecchio.

De aquella época son también las innumerables "Madonna col bambino" de Filippo Lippi, Botticelli, Giotto (éste último inscrito en el gótico más que en el estilo renacentista) y tantos otros artistas importantes presentes en la Galleria degli Uffizi. El guía de otro grupo nos explicó que la Madonna era, por supuesto, la Santa Madre Iglesia, mientras que Jesús no era Dios Todopoderoso, como cualquiera con dos dedos de frente pensaría, sino el Papa, reencarnación del apóstol Pedro en la Tierra. La Iglesia acuna al Papa con devoción, mientras que nuestro Jesusito nunca es tocado por manos maculadas de hombre adulto, sino por las largas y suaves manos femeninas de la Virgen (siempre rubia con ojos claros o dorados ¬¬) o bien por las de Giovannino, o Juanito para la familia; esto es, San Juan Bautista de pequeño. Sí, el mismo que de mayor sale en las pinturas caracterizado de jebiata, con los pelos revueltos y el pecho descubierto rollo el moreno de los Van Halen. También son obras del mismo periodo el Palazzo Vecchio, la Chiesa di Orsanmichele y la Piazza della Signoria, puente entre el pasado y mi humilde objetivo fotográfico actual; sitio encantador donde los haya en el cual se reunían los Medici a envenenar, chantajear y/o pagar a sus numerosos artistas mantenidos o a sus enemigos (o a todos a la vez, ya vemos que el veneno estaba bastante extendido antes de los hispánicos Borgia). Menos mal que llegó Lorenzo el Magnifico y puso un poco de paz. Por poco tiempo.
La primera foto es del albergue donde residí la noche del sábado al domingo: Villa Camerata. Se trata, como su nombre indica, de una villa del siglo XVII restaurada para turistas pelmas como yo, donde habían instalado hasta una pequeña sala de televisión. Por fortuna, me fui en pleno enero, con lo cual estaba vacío, limpio y silencioso. La única pega era su lejanía del centro: una calle llamada Augusto Righi a un par de quilómetros de Santa Maria Novella, la iglesia que da nombre a la principal estación de tren.



Esta foto corresponde al Duomo, la cuarta catedral del mundo por dimensiones, que fue inaugurado en 1436. Se aprecia la hermosa cúpula de Brunelleschi y un poco de la impresionante fachada con incrustaciones de malaquita, mármol blanco y mármol rosado. Vika, mi compañera de cuarto, cuando lo vio por primera vez, susurró emocionada que era el edificio más bello que había visto nunca en su vida. Incluso más que el todopoderoso San Pietro en el Vaticano.

De todas formas, sería demasiado largo describir la fachada en todos sus detalles y en la religiosidad intrínseca a su fisionomía, pero el encanto de las bóvedas azuladas tachonadas de estrellas de cinco puntas en pan de oro no lo tienen las barrocas (y también indeciblemente bonitas) iglesias romanas. Unas son el esplendor y la opulencia del Imperio Apostólico Romano, hechas para intimidar. Las otras son la estética renacentista llevada a su pureza prístina. Es fácil imaginarse a Dante Alighieri, admirando embelesado frente a su Duomo (y también muy orgulloso, por qué no) las formas armoniosas de la disposición de los santos y el Pantocrátor, con los dedos manchados de tinta, mientras confunde el azulón del cielo con los ojos de Beatrice y el gris de la calzada con la barba de Virgilio, a la vez que suenan de fondo los versos de Petrarca, su igual en la lírica (paréntesis: todas las tías bellas de aquella época debían ser rubias con ojos azules, así que ya tenemos Beatrice y Laura con rasgos nórdicos... porca donna angelicata de las narices ¬¬).

El campanario del Duomo, desde una perspectiva muy turística. La foto está sobreexpuesta (aparte de mi poca pericia, el revelado en Italia es muy barato, pero deja bastante que desear en cuanto a calidad) pero se puede apreciar la belleza del mármol blanco, predominante, y algunas de las molduras, que en la fachada principal se forman mediante pedazos pulidos de piedras semipreciosas y pan de oro.


Imitador de Dante Alighieri, semejante a las estatuas que podemos encontrar en Ramblas, al lado de Piazza della Signoria.






Nueva (y más clásica) perspectiva del Ponte Vecchio, visto desde una de las ventanas de la Galleria degli Uffizi, al atardecer.

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