Cellar Door

Wednesday, February 28, 2007

Esa jodida normalidad

Antes de escribir esto debo confesar que ya entendía la normalidad como algo ajeno a mí, puesto que yo nunca he estado inscrita en lo que se ha dado en llamar “la sociedad bienpensante y correcta”. Para bien o para mal, pues, yo era (soy) Anormal. Freak, rara, especial, marginal, demasiado alta, demasiado solitaria, con demasiadas paranoias mentales. Podéis elegir la definición que gustéis, todas me describen. Por fortuna, soy felicísima así y me quiero y me valoro, así que nunca había desarrollado una especial manía hacia los supuestos integrados, puesto que me dejaban más o menos en paz, así como yo a ellos. Nacían, se reproducían y morían a su manera y yo la mía, eso era todo. Sus opiniones sobre mí me resbalaban (me resbalan) bastante.
Sin embargo, ahora veo ese fenómeno de homogeneización obligatoria multiplicado, y lo cierto es que hay días como hoy en que me empieza a tocar los cojones. Pero de verdad. Y no por mí, porque ya estoy acostumbrada, sino por los demás, menos seguros de quiénes son y de lo bella que es su anormalidad. De lo bellos que son siendo diferentes. Ilustrémonos con un bello ejemplo de normalidad.
Vayamos con el típico discurso que da un extranjero pagado de sí mismo y de su país a la tierra que lo acoje:
“Mi tono de piel es normal, soy como el resto de los centroeuropeos. El clima de mi país, comparado con el de Italia, es más normal, no hace tanto calor. Nuestros horarios creo que son los normales, no nos levantamos muy pronto ni nos acostamos muy tarde. Lo normal, vamos. Además, nuestra lengua es muy difícil, el italiano es más normal.”
Probad a sustuir la palabra “normal” repetida hasta la exasperación por sinónimos según el contexto, a ver qué os queda. Yo tengo sinónimos de sobra para describir a este tipo de persona, pero es inútil gastar saliva. O, en este caso, teclear en exceso.
Aún así, por supuesto, no acabaría aquí la cosa, porque luego encontramos lo que contestaría un italiano sobre su tierra:
“Soy moreno/a, lo normal. Lo que no es normal es que haga frío, el calor sí que lo es. Nuestros horarios son muy normales, también. Y nuestra lengua es latina, muy rica, por lo tanto es muy difícil.”
Ahí se hace patente la absurdida de la palabra “normal”, y la ligereza con que la usamos. Porque vamos a ver: ¿qué narices es un tono de piel “normal”? Si soy morena ¿mi tono de piel es anormal o correcto (ya ni uso el eufemismo “normal”)? ¿y un clima normal? ¿el frío del polo norte o el calor del ecuador son anormales en sí mismos? ¿o quizá es anormal que llueva todo el año? ¿la sequía del Sáhara es normal o anormal?
Impresionante.
Asimismo, tenemos lo de las lenguas. Evidentemente, para la mayoría de gente, su idioma es el más rico y el más difícil, ergo el mejor. El español es difícilísimo, naturalmente, fíjate cuántos verbos irregulares y cuánto usamos el pretérito perfecto. Hay que ser realmente listo para hablarlo, oh sí. Y qué decir tiene del complicadísimo alemán, la gramática es un galimatías. Sólo unos pocos elegidos lo aprenden. ¿Y qué hay del inglés con sus phrasal verbs y sus idioms? ¿Y el italiano, con su endiablada manía de cambiar pronombres y sus conjunciones? O el ruso, con su fonética, el checo, el lituano, el holandés, el portugués, la ortografía rebuscada y absurda del francés (absurda en comparación a la nuestra, claro, todo es absurdo en comparación a lo nuestro)...
A mí, objetivamente, me gusta el español. No es porque lo hable ni sea mi lengua materna, pero después de haber oído tantos idiomas diferentes, me gusta cómo suena y su lógica interna. Y la sencillez de la pronunciación me parece un acierto, más que un signo de “menor calidad lingüística”.
Por otra parte, lo considero un idioma complicado en cuanto a gramática, como todas las lenguas latinas. Y repito: como todas las lenguas latinas. Después de haber oído por estos mundos de Dios catalán, portugués, gallego, francés, italiano y rumano (y chapurreado en mayor o menor medida todas ellas), puedo decir que el español no es la más complicada ni la mejor de todas, ni siquiera creo que sea la que más bonita suena. Es como es; punto.
Obviamente, no siento de forma tan familiar la estructura de las lenguas sajonas, pero no creo que el alemán sea el idioma de los superdotados, a pesar de que su gramática posea muchísimas más irregularidades, modos y demás que la inglesa. Como tampoco lo creo en relación al ruso, al checo o al hebreo, a pesar de la fama de intelectuales que tienen quiénes lo hablan. Para los rusos el español es complicadísimo, de la misma forma que yo hablando ruso doy verdadera pena. No tiene que ver con la supuesta calidad de una u otra lengua, sino de cómo esté organizada tu mente. Y cómo se organice depende en gran medida de dónde nazcas, sí. Pero por supuesto, también de la persona, cosa que mucha gente olvida con demasiada ligereza.

Sólo puedo decir, gritando a viva voz a través de este comentario, que viva la diferencia: viva lo anormal, singular y extravagante. Vivan los morenos, los rubios, los pelirrojos, los negros, los blancos, los amarillos, los rojos e incluso los verdes. Y viva la gente que hace el esfuerzo de dejar, de vez en cuando, su ultracomplicada lengua para superdotados y hace el esfuerzo de aprender otras. Quedarse tan sólo en la de uno mismo y cerrarse al mundo sí que no es normal.
Viva la anormalidad, por siempre y para siempre.

Friday, February 23, 2007

La ciudad sobre el agua

Me decían que no había nada más hermoso en el mundo que el mar en calma, aquellas tardes que el cielo se vuelve violeta y el mar plateado, como si no quisiera hacerle sombra con el azul puro y se vistiera de noche sin el convencimiento en el alma.
Yo lo creía, hasta que fui a Venecia. Sobre el mar se yergue poderosamente antigua, vieja y cascada, matizada de marrones sobre el verde del agua, con los tejados torcidos y las fachadas deslucidas en medio del empedrado de los suelos claros. Y el agua la ama. La riega melosa, suave, dulcemente, cuando cae la noche y las farolas añaden su luz dorada a la claridad del aire.
La gente cruza el agua, los barcos cruzan el agua. El ruido, el movimiento, las máscaras. Todos rozan los ríos, pero sólo Venecia los toca. En su mismo centro, donde nace la corriente, mientras el bullicio vuela por encima y la fiesta arropa a los misteriosos seres vestidos de máscaras antiguas y rasos brillantes, el agua ama la ciudad desde sus raíces. Y los seres del agua bailan, como si no existiera el tiempo.
Me decían que no había nada más bonito que el mar en calma. Yo lo creía, hasta que fui a Venecia. Hasta que vi cómo se podía flotar en vez de ir andando. Cómo una calle podía oler a niños, riéndose a coro de sus infantiles secretos, o a confetti lanzado al aire con la mirada misteriosa de un antifaz. Cómo el balanceo de las góndolas se repetía hasta el infinito mediante un ritmo secreto. Y cómo la música flotaba de la misma forma que la gente, a través de las calles, como si todos fueran (fuéramos) etéreos. ¿Significaba eso que la gente allí se transforma en música?
Y aún así, me decían que lo más hermoso del mundo era el mar en calma.

Sunday, February 04, 2007

Los espanyoles somos todos unos...

Un malvado plan acecha al mundo. Una maquiavelica cadena de acciones nunca antes vista, cosificada mediante la tortuosa mente de una depravada estudiante Erasmus espanyola -aspanyola tenia que ser-, ha golpeado con alevosia a una pobre e indefensa estudiante alemana. Ahi va la secuencia cronologica de los actos de este suceso que sin duda encontrareis, como minimo, E-S-C-A-L-O-F-R-I-A-N-T-E.

22:35--> Katharina, la pobre estudiante alemana condenada a compartir cuarto con una irresponsable y cruel, cruel espanyola, llega a su cama. No puede siquiera sospechar el terrorifico suceso que le espera tras unos minutos de tranquilidad viendo "Buscando a Nemo".

22:58--> Katharina anuncia que en media hora y dos minutos se ira a dormir. La indeciblemente mala espanyola piensa "A mi que me cuentas, cada uno se va a dormir cuando le rota" pero no dice nada, otra de las muchas pruebas de su naturaleza inhumana.

23:30--> La hora HACHE. La inocente muchacha teutona decide que ha llegado la hora de irse a la cama, a descansar como San Rottelmeyer manda. No son ni las 23:29 (valgamen, diosen) ni las 23:32 (virgen santisimen). La cruel espanyola va a ponerse el pijama.

23:39--> Pasan casi 10 minutos y la tremenda accion ha sido consumada: Katharina no ha podido dormirse a su hora: debera apagar la luz 10' mas tarde por culpa de la tardanza de la vaga del sur. Si, habeis leido bien, terrible pero cierto: 10 minutos. Ahora, no podra dormir en toda la noche [musica inquietante].
Pero si creian que la diabla del trasnochamiento habia llegado al limite de su crueldad, no sabeis nada de la raza espanyola [musica aun mas inquietante].

24:00 --> Katharina sigue dando vueltas, demasiado enfadada por ese horrible desfase horario como para dormir. Se levanta y maldice a la inhumana bestia por lo que ha hecho. Y ahora viene lo fuerte: la diablesa de aviesas intenciones no se queda callada. Se levanta, va a la cocina y vuelve con... un kiwi. "You're constipated, aren't you?" Le pregunta. Mefistofelico, sin duda.

Solucion a la que llego la mala estudiante Erasmus del tortuoso cerebro: no volver en toda la noche, muajajajaja.